Capítulo 1 – La Gran Observadora

Y seguía jactándose de ser una excelente observadora, lo cual era totalmente cierto, a juzgar por cómo se comportaba la gente a su alrededor.

Mi tía Elsa es una maestra de los detalles. Podía distinguir a cuatro pasos de distancia si una persona llevaba cosidos cada uno de los botones en su abrigo, si las puntadas eran paralelas o en cruz, y hasta cuántos lazos de hilo la costurera había tenido el coraje de poner.

Esa habilidad, que había desarrollado con el tiempo, era la razón por la que a menudo la consultaban para dirimir un conflicto, cosa que por lo general sucedía.

Suele decir que su arte para observar y analizar a las personas ha sido perfeccionado gracias a su dedicación por mantener al barrio muy informado. Dicho de manera más vulgar, era la que lleva y trae, o sea, la chismosa del barrio.

Fue este verano cuando pasé una semana en la casa de mis tíos en Pergamino, con la excusa de realizar un trámite, cuando en realidad busqué reparo de mis inseguridades y temores sobre lo que la vida me estaba provocando. Y fue allí donde, precisamente, mi tía Elsa me sorprendió.

Los recuerdos de esa casa eran vagos, pero sí me acuerdo de los amigos del barrio. Y de esas evocaciones todavía me resuena la risa combinada con tantos matices que a veces sonaban como una trompeta desafinada. Entre los destinatarios de nuestros divertidos juicios, que hacíamos sobre cosas y personas, se encontró mi tía y la vecina de al lado, doña Rosa. Ellas, junto a su infaltable soporte, la escoba, pasaban largos minutos vaciando sus lenguas y llenando sus oídos.

Este era, al menos, el primer recuerdo sobre mi tía, pasados ​​ya más de 20 años.

  • Tía, te recuerdo siempre rodeado de vecinos curiosos. ¿Sigues convocando gente ahora? – preguntó.
  • No, ya no los convoco. Vienen solos a buscarme… -respondió entre risas, y añadió- Vení, que te cuento.
  • Me he dado cuenta, mi querido sobrino, que puedo percibir el dolor en la gente. Pero no en el sentido amplio de «un dolor que me embarga», sino que logro descubrir el sitio donde ese dolor se aloja, no su reflejo sino su origen.

Y este es un don ganado a través de años, afinando mi percepción, rastreando en lo profundo del ser, descartando lo superfluo y poniendo toda mi atención en el punto donde vive el conflicto. 

  • Y como dices, claro que los buscaba, como un animal hambriento busca a su presa, porque de cada uno de mis amigos saqué muchas enseñanzas y al compartirlas vi cómo se replicaban y ese fue el mejor entrenamiento que tuve.

Pasamos gran parte de esa primera noche entre fotografías y anécdotas. Las horas volaron y mi tía me mostró que mis males eran producto de mi mente y que, si quería, podía demostrármelo. 

En un principio, esa seguridad expresada por mi tía despertó las alertas de mi espíritu en retirada, que solo pretendía un rincón donde lamerse las heridas. Eran grandes mis pesares y realmente no tenía la intención de compartirlos con nadie. Pero solo con escucharla, mis defensas aflojaron y permitieron que Elsa, con sus historias de milagrosos cambios, me envolviera, y acepté con una extraña sensación de placer que no tenía desde hacía mucho tiempo, a escucharla ya disfrutar de su relato.

Así, coloquialmente, fue desgranando historias levantadas con sus amigos, los resultados que obtuvieron y lo que rescataron de ellas. Esta habilidad, construida pacientemente desde muy joven, nació con una curiosidad aplicada a lo que ella llamó «la búsqueda de la verdad», en el sentido de afirmarse y conservarse en el mundo. Para ello, le era necesario conocer su naturaleza para encontrar su propósito. Y este era el motivo que la impulsaba a conocer lo que sucedía en su barrio con un espíritu cercano a la investigación científica.

Más allá de los dimes y diretes, la vocación de mi tía por la investigación la llevó a transformar la dinámica del chisme en una ciencia. Para ella, los acontecimientos, secretos o cosas de otras personas eran simples excusas para descubrir en el otro su estructura de pensamiento y emocionalidad.

Después de vaciar el segundo termo de agua caliente y con el mate definitivamente «lavado» que habíamos estado compartiendo durante la conversación, mi tía me miró con una sonrisa pícara y me dijo:

  • Por hoy es suficiente. Tenemos mucho tiempo para ponernos al día.

Quedé solo en la habitación, ansioso por saber más. No quería dormir, tan solo despertar para seguir escuchando los relatos de mi tía, quien me había inspirado con su espíritu curioso e inquisitivo.

“…puedo percibir el dolor en la gente. Pero no en el sentido amplio de “un dolor que me embarga” si no que logro descubrir el sitio en donde ese dolor se aloja, no su reflejo sino su origen.”

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Capítulo 2 – “…las cosas son como las vemos.”

A la mañana siguiente, en el desayuno, le pedí a Elsa que continuara con la charla del día anterior, y quedamos en retomar ese encuentro por la noche, ya más tranquilos del que vislumbraba iba a ser un día agitado.

Mis viejos amigos del barrio, o los que aún persistían en esa lenta vida pueblerina, me dieron información sobre mi tía Elsa como para que todo el día esperara ansioso la llegada de la noche para disfrutar de sus relatos.

Después de la cena y con los platos lavados, dispuse a escuchar a esta mujer y a sus experiencias, las enseñanzas que podrían colorear mi vida.

Desbordaba en anécdotas de simples hechos ocurridos, que narradas desde el entusiasmo de una maestra, se veían como epopeyas. Con cada una de ellas traía la lección aprendida, me habló de sus prejuicios, sus limitaciones y aún de sus falsas creencias.

Mostrarse vulnerable, sensible y siempre dispuesta, con todo su cuerpo, a ser la escucha receptiva del afligido, fue mi primera enseñanza.

  • Tía… ¿Cómo lográs que la gente confíe en vos?… ¿Las hipnotizás o tenés algún otro truco?

Querido sobrino, si querés ayudar a otro ser humano, tu primera acción es despojarte de todas tus pertenencias, desnudar tu alma y dejar espacio para cobijar el alma estrujada de quien está afectado. Escuchar con atención al otro te permite entrar en su conflicto y, por lo general, juntos desciframos la forma de disolverlo.

Perplejo ya por lo que iba a escuchar, me dispuse con la mayor atención posible a prestar registro de su método en acción.

  • Cuando alguna persona preocupada me consulta, desalojo mi interior de todos los prejuicios que me condicionan y me abro a recibirla en sus tristezas y alegrías para comprenderla y acompañarla, preguntando para reconstruir junto a ella versiones más agradables de las que trajo, ayudando a comprender, aceptar, perdonar y dejar ir.
  • No podemos afirmar con certeza cómo son las cosas, solo podemos hablar de cómo las percibimos y cómo las interpretamos. Es por eso que busco ayudar a las personas a ampliar su perspectiva y desarrollar una mayor capacidad para observar y entender la realidad desde diferentes puntos de vista. Esto les permite tener una mayor comprensión de sí mismos y de su entorno, y tomar decisiones más informadas y efectivas en su vida personal y profesional.

Ese proceso de acercamiento simbiótico hacia el prójimo no siempre era limpio y cristalino. En ocasiones, era preciso lidiar con lo que ella llamaba “los fantasmas de la mente”. No solamente se refería a los disfraces con que muchas veces ocultamos inconscientemente los verdaderos motivos de nuestro pesar, sino también respecto a otra forma sutil de enmascarar los conflictos, las omisiones.

Entonces, mirándome con ternura, me dijo:

  • Julito, las creencias que nos legaron y las que supimos construir son las que condicionan nuestra percepción y, por ende, la interpretación que hacemos de la realidad. Y es ahí donde voy cuando la confusión nubla la visión.

Con el fin de aclarar este concepto, Elsa trae a la charla una situación inesperada que se encontró hacía muy poco tiempo atrás.

Aquella mañana, mientras tomaba café en la cafetería de la plaza, no pudo evitar notar que una joven mujer lloraba en una mesa cercana. Movida por un mandato interno, una mezcla de compasión, solidaridad y servicio, decidió intervenir. Observó a la mujer con detenimiento y notó que llevaba un anillo de compromiso en su dedo. También pudo ver a un hombre sentado en una mesa cercana, que parecía nervioso y miraba a la mujer de reojo.

  • Intrigada por la situación, me acerqué a la mesa de la mujer y le pregunté si todo estaba bien.

La mujer, llamada Sofía, me explicó que estaba comprometida con el hombre que estaba sentado cerca de ella, pero que había descubierto que él la estaba engañando. Escuché atentamente mientras Sofía me contaba su historia y me expresaba su dolor y frustración. Después de que ella terminó de hablar, le pregunté si quería explorar posibles soluciones para su situación.

Agradecida, la mujer le contó su historia. La joven estaba angustiada y no sabía qué hacer. Durante la conversación, se enfocó en el Observador de la joven, que había sido afectado por la supuesta traición de su prometido. 

  • Le expliqué que la realidad no es algo que existe de manera objetiva, sino que es una construcción que hacemos de ella en nuestra mente. Le dije que cada persona tiene su propia interpretación de la realidad y que su prometido podría haber tenido una razón para engañarla o, incluso, todo podría ser producto de equívocos que alimentaron su fértil imaginación y que ella podría estar desconociendo.

La joven se sintió confundida por esta idea, pero mi tía Elsa la ayudó a entender que su modo de ver estaba influenciado por la enseñanza recibida, por la familia, los amigos, los maestros y, en fin, por el medio social y cultural en el que se desarrollará, es decir, su imaginario personal. Además, explicó que la emoción que estaba sintiendo en ese momento podía haber influido en su manera de interpretar la situación y que al cambiar su emoción, podía cambiar su percepción de la realidad.

También habló con la joven sobre el poder del consenso y de cómo puede afectar nuestra percepción de la realidad. Entonces, ella entendió  que la verdad no siempre es lo más importante y que, a veces, los acuerdos son lo que nos permiten prosperar y encontrar soluciones.

A medida que avanzaba la conversación,  Sofía comenzó a ver la situación desde una perspectiva diferente. Al final, se sintió más confiada y capaz de tomar decisiones para sí misma. Ya no se sintió tan herida y enojada con su prometido, sino que estaba dispuesto a escuchar su versión de los hechos.

  • Salí de la cafetería con una sensación de satisfacción y realización», concluyó. 

Comprendí que la mente humana es extremadamente compleja y capaz de resolver por sí sola situaciones que pueden llevarnos a superar dificultades o sumirnos en callejones sin salida, como en el que me encontré en ese momento.

Con su narración, mi tía Elsa, logró abrir mi mente a nuevas posibilidades. Ahora veía puertas donde antes solo había barreras.

Esa misma sensación de satisfacción y paz que se llevó mi tía de la cafetería era la que me embargaba y me permitió descansar esa noche como no recordaba haberlo hecho desde hacía mucho tiempo.

“… no podemos afirmar con certeza cómo son las cosas, solo podemos hablar de cómo las percibimos y cómo las interpretamos.”




















Capítulo 3 – “Verdad y Consenso”

Mi tía era la encargada de decidir quién tenía la razón en situaciones en las que el consenso era difícil de alcanzar. A menudo, las partes involucradas estaban convencidas de que sus interpretaciones de los hechos eran las verdaderas, pero Elsa siempre lograba hacerles ver que, aunque la realidad era preexistente a su conciencia, cada uno la percibía de manera distinta debido a que su interpretación de la realidad estaba condicionada por su propia perspectiva, emociones, pensamientos y creencias.

La verdad, sin embargo, no siempre es fácil de definir. A veces, puede ser subjetiva y depender del consenso. En tales casos, lo importante no es la verdad en sí misma, sino el acuerdo que se alcanza entre las personas. Según Elsa, el consenso podía ser tan poderoso como la verdad y ayudaba a ordenar el mundo ideológicamente.

Para Elsa, el consenso era más importante que la verdad misma, porque mientras existiera el acuerdo, la verdad era inofensiva.

Cierto día, durante su patrullaje habitual, Elsa se encontró con que en una casa, a la vuelta de la suya, emanaba un intenso humo negro. Prontamente el barrio se alborotó entre gritos y sirenas. En el grupo de vecinos que se arremolinaron en la proximidad del siniestro no hubo acuerdo sobre el origen del incendio. Un bombero había insinuado que el fuego se había iniciado en un enchufe eléctrico, pero algunos vecinos estaban convencidos de que había sido causado por la imprudencia de los ocupantes de la casa. Otros, en cambio, sostenían que el siniestro era obra de un pirómano o alguna pérdida de gas.

Elsa escuchó a todos los vecinos con atención y luego los invitó a compartir lo que cada uno había visto para poder tener una mirada más completa de lo sucedido.

  • Si el origen del incendio no se determina, podría llegar a afectarnos a todos los vecinos… Por ejemplo, un defecto en la tubería de gas.

Con ese argumento, captó la atención inmediata de los presentes, con los que comenzó a recabar observaciones de los hechos. Sin embargo, al confrontar las diferentes versiones, las incoherencias entre ellas terminaron anulándose sensibles.

  • Estaba pensando en alguna clase de algoritmo que clasifique y valide los datos, y me encontré con el Pichi, cuando salía de la casa incendiada. ¿Te acordás de tu primo, no? Claro, el Pichi, el hijo de tu tía Mary. Él era muy chico cuando se fueron, y ahora es sargento de policía.
  • Claro, que me acuerdo, al menos de haberlo visto en fotos, jajajaja… Bueno, no te pongas melancólica y seguí con la historia, que se estaba poniendo buena.
  • Ahh… sí, te contaba que estábamos en la vereda debatiendo quién tenía la razón, cuando apareció el Pichi y me dijo que estaban investigando el origen del fuego, el cual aparentemente había sido provocado.

 Además, no hubo víctimas y encontraron el resto de la casa en un total desorden. La principal hipótesis de la investigación estaba puesta en que fue un robo, aprovechando la ausencia de los dueños, y en su huida o por accidente prendieron fuego en un dormitorio. Los peritos estaban levantando evidencias.

Esta fue una sorpresa, nadie lo había imaginado. Superó cualquiera de nuestras fantasías.

La relación entre el consenso y la verdad es que, en algunos casos, el consenso puede ser un indicador de la verdad. Es decir, si un gran número de personas está de acuerdo en algo, es posible que haya una mayor probabilidad de que esa opinión sea verdadera. Sin embargo, esto no siempre es cierto, ya que el consenso también puede estar basado en información errónea o en prejuicios.

La información extraoficial recibida se estableció como la versión más cercana a la realidad y fue aceptada por todos los vecinos como la causa del siniestro. Cuando la mayoría de las personas creen en algo, ese algo se convierte en la verdad, aunque no lo sea. La verdad es lo que la mayoría de las personas acepta como tal.

Nos dio tranquilidad saber que ese incendio no tenía nada que ver con la infraestructura del barrio. Sin embargo, algunos vecinos se alarmaron al darse cuenta de que ese robo era una advertencia para pensar en la mejora de nuestra seguridad.

Sentirnos seguros era una de nuestras motivaciones, por lo que la charla continuó durante un buen rato, hasta que cada uno de los vecinos se fue retirando a sus casas, con la promesa de continuar el debate, en no más de una semana. Elsa se quedó un rato más observando el barrio, los movimientos de los vecinos, los bomberos retirándose y las luces de las casas encendiéndose y apagándose.

Se sintió en paz, como si hubiera logrado algo importante esa noche. 

Quedó pensando que a menudo, nuestras percepciones pueden estar influenciadas por los juicios y sesgos que tenemos, que nos llevan a completar la escena percibida con suposiciones, lo que significa que no siempre podemos confiar en lo que vemos. 

“… lo importante no es la verdad en sí misma, sino el acuerdo que se alcanza entre las personas. El consenso, según ella, podía ser tan poderoso como la verdad y ayudaba a ordenar el mundo ideológicamente.”








Capítulo 4 – “Corporalidad, Emocionalidad y Lenguaje

Las charlas con mi tía continuarán periódicamente durante el tiempo que estuve en su casa. A veces nos sentábamos bajo la pérgola del jardín, hasta que sonaba el timbre de la puerta y ella salía corriendo como un socorrista con brillo en los ojos y una sonrisa en su rostro, o mientras desayunábamos o limpiábamos la vajilla. Cualquier espacio y momento era propicio para conocerla, no solo a través de sus relatos, sino también por sus opiniones fundadas en una bella teoría por años cimentada.

Mi tía no solo era capaz de observar los detalles materiales de las cosas, sino que también era una maestra en la lectura de las emociones de las personas. Sabía identificar los rasgos culturales que influían en el comportamiento de cada uno y podía inferir mucho sobre la historia personal de alguien a partir de su lenguaje corporal.

Pero a pesar de su habilidad para observar los detalles, mi tía Elsa se dio cuenta de que a menudo fallaba en comprender los motivos detrás del comportamiento de las personas. Por ejemplo, una vez su vecina Ana le había pedido dinero prestado para comprar comida para su familia. A pesar de que Ana le devolvió el dinero en su totalidad, Elsa se sintió resentida porque no podía entender por qué Ana no había sido más cuidadosa con su dinero en primer lugar.

Estos desafíos de comprender en profundidad la complejidad de la vida humana eran la motivación que impulsaba a mi tía a ser una mejor persona a través del conocimiento.

Un día, mientras estaba sentada tras su ventana observando a los pájaros, se dio cuenta de que su destreza para observar no era suficiente para comprender la naturaleza humana. Sabía que cada observador tiene sus propios condicionantes que influyen en cómo perciben y entienden el mundo. La realidad no es algo que está ahí fuera esperando a ser observada, sino que es una construcción subjetiva basada en la percepción de cada individuo.

A partir de ese momento, mi tía comenzó a reflexionar sobre los principios de la observación y la percepción. Comprendió que la forma en que percibimos el mundo está influenciada por factores de índole personal y condicionantes externos. Cada persona tiene una perspectiva única basada en su experiencia de vida, y esa perspectiva influye en cómo interpretamos los acontecimientos a nuestro alrededor.

Con esta nueva comprensión de la observación y la percepción, tía Elsa comenzó a ver el mundo de una manera diferente. Se dio cuenta de que cada observador tiene su propia realidad y que es posible tener múltiples interpretaciones de un mismo evento. En lugar de juzgar a las personas por su comportamiento, comenzó a intentar comprender sus motivos y su perspectiva única.

Según ella, las cosas eran como las veíamos y cada observador tenía una interpretación distinta de la misma realidad. La realidad, decía ella, era preexistente a nuestra consciencia y gobernada por leyes universales, pero lo que percibíamos como realidad no era más que una construcción de la consciencia y de aquella solo conservábamos lo que percibíamos y la interpretación que hacíamos de ella. 

Estaba convencida de que el Observador era el que constituía la manera en la que se daba cuenta de la realidad y, de ese modo, se apropiaba de ella. Y cada observador que se aproximaba a ella tendría una interpretación distinta de la misma, por lo tanto habría tantas realidades como observadores se constituyeran.

Ella sostenía que los dominios primarios de la corporalidad, la emocionalidad y el lenguaje eran esenciales para entender cómo cada persona veía la realidad. Entendía que estos dominios primarios  influían en la percepción de la realidad. Estos dominios interactuaban entre sí y determinaban cómo cada individuo veía el mundo.

Esta idea se basa en la noción de que nuestros cuerpos, emociones y lenguaje están profundamente conectados y tienen un papel importante en la forma en que percibimos, interpretamos y respondemos al mundo que nos rodea.

Desde esta perspectiva, nuestro cuerpo es el vehículo a través del cual interactuamos con el entorno, y nuestras sensaciones corporales son una parte importante de cómo percibimos la realidad. 

Las emociones son una parte fundamental de la vida humana, y pueden tener un gran impacto en cómo interpretamos y respondemos a los estímulos del entorno. 

El lenguaje nos permite comunicarnos con los demás, pero también puede influir en cómo interpretamos la realidad cuando expresamos nuestras ideas, pensamientos y emociones referidos a lo percibido. 

Al advertir la forma en que estos dominios interactúan, podemos obtener una mejor comprensión de cómo las personas interpretan el mundo y cómo pueden mejorar su capacidad para interactuar con él de manera efectiva.

A pesar de que no todos compartieron la visión de mi tía, lo cierto es que su maestría para observar los detalles le permitió entender a la gente y sus conflictos de una manera muy precisa. Ella no juzgaba a nadie y siempre trataba de entender las perspectivas de cada uno de los involucrados en un conflicto. Gracias a su visión del mundo, podía ofrecer soluciones a los problemas que parecían insolubles para otros.

“…nuestros cuerpos, emociones y lenguaje están profundamente conectados y tienen un papel importante en la forma en que percibimos, interpretamos y respondemos al mundo que nos rodea.”






Capítulo 5 – “Aprendizaje y Evolución

A la mañana siguiente, Elsa salió a caminar temprano. El sol acababa de salir y los pájaros cantaban en los árboles. Pero algo en el ambiente le pareció extraño. No podía explicarlo, pero sentía que algo estaba fuera de lugar.

De repente, vio a una mujer caminando por la calle. No la conocía, pero algo en su forma de caminar y su vestimenta le resultó familiar. Elsa se acercó a ella y se presentó. La mujer también se presentó y le dijo que era nueva en el barrio.

Elsa no tardó en darse cuenta de que la mujer era ciega. A pesar de eso, la mujer caminaba con seguridad y confianza, como si pudiera ver el mundo que la rodeaba.

Elsa se sintió impresionada y se preguntó cómo la mujer podía hacerlo.

– ¿Cómo puede ser que alguien que no ve pueda caminar con tanta seguridad? 

Reconoció que ella misma se había limitado a una sola forma de percepción y que había pasado por alto otras formas de percibir el mundo.

-Mi querido Julito, el proceso de aprendizaje implica recurrir a la reflexión sobre nuestra propia capacidad de aprendizaje y cambio. Es decir, nos permite examinar nuestra propia forma de aprender y pensar, y desarrollar la capacidad de adaptarnos y evolucionar constantemente. Este tipo de aprendizaje nos permite aprender cómo aprender, y nos capacita para desaprender y aprender de manera más efectiva y consciente en diferentes situaciones y contextos.

Ahora, se jactaba de ser una excelente observadora, pero no solo porque pudiera distinguir a cuatro pasos de distancia cómo habían sido cocidos los botones de un abrigo, sino porque había aprendido a ver más allá de lo evidente y a explorar las múltiples formas en que se podía percibir el mundo. Y eso, para ella, era mucho más valioso que cualquier habilidad técnica que pudiera tener.

Elsa se convirtió en una especie de gurú para los jóvenes del barrio. Todos querían escuchar sus enseñanzas sobre la observación y la percepción de la realidad. Incluso comenzó a organizar reuniones en su casa para discutir temas filosóficos y existenciales.

Estaba muy contenta de ver que sus enseñanzas habían tenido un impacto positivo en la vida de los jóvenes del barrio. Pero también se dio cuenta que había sido demasiado dogmática en su forma de hablar sobre la observación y la percepción de la realidad. Se había olvidado de mencionar que nuestra interpretación de la realidad siempre estaba sujeta a errores y suposiciones.

Fue aquí cuando recordó que había juzgado mal a uno de sus vecinos. Durante años, había estado convencida de que este hombre era un ladrón y un estafador. Pero un día, después de una conversación con él, se dio cuenta de que se había equivocado. Él no era ninguna de esas cosas. Había sido víctima de una serie de circunstancias desafortunadas que lo habían llevado por un camino equivocado.

Se sintió avergonzada por su error de juicio, había sido demasiada rápida en juzgar a las personas sin conocer toda la historia, y que su habilidad para la observación y la percepción de la realidad no era infalible.

Pero en lugar de sentirse desanimada, Elsa decidió que era hora de cambiar su enfoque. En lugar de tratar de encontrar la verdad absoluta, se exigió en aprender más sobre las diferentes perspectivas que las personas pudieron tener sobre la realidad. Entendió que sólo al escuchar a los demás y tratar de comprender su punto de vista, podría aprender más sobre el mundo y sobre sí mismo. 

La reflexión sobre nuestras creencias, valores y paradigmas nos permite cuestionar nuestras propias ideas y percepciones, y desarrollar una mayor conciencia y capacidad para entender la realidad de una manera más amplia y profunda.

Y así, se convirtió en una defensora del cambio de observador como impulsor del conocimiento. En lugar de jactarse de ser una excelente observadora, se jactaba de ser una excelente escuchadora. Vislumbró que los juicios elaborados por una observación deficiente y por el uso de suposiciones como si fueran hechos, eran una limitación para ella y para los demás.

Elsa siguió enseñando a los jóvenes del barrio sobre la importancia de la observación y la percepción de la realidad, pero ahora lo hacía desde una perspectiva más humilde y comprensiva. Les enseñaba a escuchar a los demás y a tratar de comprender su punto de vista, en lugar de juzgarlos de antemano.

Y así, Elsa se convirtió en una leyenda en el barrio. No sólo era conocida como la «chismosa», sino como la «sabia» del barrio. La gente acudía a ella en busca de consejos y de nuevas perspectivas sobre la vida.

El tiempo pasado junto a mi tía Elsa fue revelador, aprendí que modificar mi entorno dependía exclusivamente de mí y que el cambio de observador puede ser un impulsor del conocimiento, siempre y cuando esté dispuesto a ser humilde y a aprender de los demás. Volví a casa renovado y dispuesto a transformarme en el director de mi vida.

“…el proceso de aprendizaje implica recurrir a la reflexión sobre nuestra propia capacidad de aprendizaje y cambio… nos permite examinar nuestra propia forma de aprender y pensar, y desarrollar la capacidad de adaptarnos y evolucionar constantemente.”

 

Daniel Alberto Amat

Coach Ontológico

Posdata: Está es mi tía Elsa, al menos lo era…. Crece tanto y tan rápido que esta narrativa  pretende mostrar solo la foto de un momento de esta mujer tan independiente, valiente y visionaria que hace de mi tía Elsa, tan especial.

Nota Aclaratoria: Este cuento fue escrito con la colaboración de Chat GPT3. La idea, estructura general y temática fueron propuestas por mí, mientras la AI me proveyó del material teórico y algunos ejemplos que fui incorporando al cuerpo de la narración dándole contexto y coherencia.

La AI no es tan inteligente como ostenta su nombre, en gran medida depende de las preguntas que se le hagan, el orden de las mismas y una reinterpretación de las respuestas, Sin embargo resulta ser una herramienta muy significativa a la hora de recopilar información, de valorarla y agruparla para su posterior procesamiento por parte de un ser humano.

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